Días antes del partido, en el ambiente se palpaba una tensa calma. Como que los aficionados presentíamos dos cosas que claramente podían suceder ayer domingo, una que podía llover, la otra que Alajuelense podía sucumbir, pero al final solo una de las dos cosas pasó.
Por donde quiera que se mire, el aficionado manudo verá algún motivo para disfrutar más y más ese partido de ayer. Porque le ganó un Herediano embalado que se levantó desde el sótano de la tabla hasta llegar al segundo lugar al punto de amenazar el liderato liguista, porque se ganó un partido en el minuto 94, en que el equipo jugó durante más de media hora con 10 hombres en el, porque con el triunfo se aseguró ganar la etapa regular del campeonato y sobre todo porque era algo que el técnico Rudé le debía a la afición.
Entonces con todo este buen sabor, nos damos cuenta al final que era algo que hace tiempo ni los aficionábamos sentíamos ni los jugadores disfrutaban: ganar como equipo grande a otro grande.
Ahora Alajuelense tiene un colchón de tranquilidad que le permite cerrar esta fase en la cima, luego vendrá el parón de para la Selección Nacional. Cuando vuelva arrancar el torneo nuestro Albert Rudé enfrentará otro reto pendiente, ser solventes en semifinales y demostrar que se puede ser grande en esas etapas también. Por el bien de la Liga, creo que le conviene espantar todos los fantasmas de una vez por todas para no tener que jugar una gran final.
Todos los manudos esperaremos ese temple que se vio ayer que nos muestre el camino a la 31.
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