El martes de la semana pasada falleció el gran Max Villalobos, vieja gloria del CS Herediano e ídolo del Irapuato mexicano.
Originario de ‘la ciudad de las flores’, tenía 96 años de edad, y dejó un importante legado tanto en su respetable familia, como en el fútbol. Dentro de este último, el deporte al que don Max se entregó siempre de la forma más profesional, hay un sinfín de historias que lo confirman como uno de los mejores defensores que recuerda el balompié costarricense… y más allá de nuestras fronteras.
El tico era “el ídolo de los de abajo”, como se le consignó a Villalobos en un artículo publicado en diciembre anterior en este mismo espacio, para referirse a su trascendencia como jugador de un club modesto como el irapuatense. En una tierra conocida por ser la principal productora de fresas en México, se le recuerda con sumo respeto y admiración, incluso hoy, que han transcurrido 56 años desde que decidió regresar a territorio nacional.
Dicen que el fútbol sirve de excelente modo para fortalecer la personalidad de cara a los retos que la vida le va presentando continuamente a las personas. Enseña disciplina, trabajo en equipo, sobreponerse a las adversidades, etc, razón por la cual resulta un plus muy valorado por las grandes empresas a la hora de contratar empleados. Y en el caso de Max, lo aprendió todo gracias al más hermoso de los deportes.
Como se afirmó en el primer párrafo, su paso por el balompié arrojó muchísimas historias, especialmente en Irapuato, donde dedicó nada menos que 13 años de su vida. Por eso, para honrar su memoria, quise compartir una de ellas con el estimable lector de everardoherrera.com. La de hoy, ocurrida hace 64 años, lo convencerá de que Max Villalobos parecía ser un tipo invencible…
Para enero de 1960 la lista de clubes mexicanos que habían salido en giras al extranjero era algo considerable, especialmente por el hecho de que sumaban 37 años haciéndolo desde la primera salida, efectuada por el América en 1923. Así, el Irapuato, un humilde elenco guanajuatense con apenas cinco años y medio de haber arribado a la máxima división azteca, quiso sumarse a la iniciativa para vivir en carne propia lo que significaba defender el pabellón verde, blanco y rojo en otras latitudes. De tal manera, el cuadro viajó al istmo centroamericano, y en su plantel iba un futbolista que al presentarse en América Central se sentiría en su propio charco; se trataba, por supuesto, de Maximiliano Villalobos Miranda, el tico Max, dueño de la banda derecha fresera.
El primer destino fue Honduras, donde ‘la Trinca’, otro de los motes con que se le conocía al equipo, igualó a cero con la selección mayor catracha. A continuación la delegación irapuatense arribó a El Salvador, tierra donde nuestro protagonista y compatriota sería puesto a prueba dos veces y de formas muy distintas… Claro, allá no se sabía que el zaguero derecho de los expedicionarios saldría bien librado porque él era “el costarricense invencible”...
Los dos grandes retos a los que hago alusión se relacionan con el partido que disputaron los mexicanos ante el conjunto argentino Estudiantes de La Plata, que casualmente se encontraba esa vez en la nación cuscatleca. En primer lugar, hay que referirse al duelo en sí contra los sudamericanos, quienes en determinado momento se vieron beneficiados al quedarse el Irapuato sin su referente de ataque, el potente delantero uruguayo Carlos ‘Tanque’ Miloc (años después sería técnico del CS Herediano), quien se dejó provocar por la maña o marrullería rioplatense y terminó expulsado.
En este punto es necesario explicar que Estudiantes, si bien empezaba la que sería, por mucho, la más productiva de sus décadas de existencia -ocho años después se coronaría campeón intercontinental al superar al poderoso Manchester United-, solía apelar al juego ríspido al límite del reglamento… Y Miloc, nacido y criado futbolísticamente con la conocida ‘garra charrúa’, no era fácil de intimidar, por eso aquello fue como juntar pólvora con un fósforo encendido…
Una vez que el uruguayo del Irapuato abandonó la contienda, sus diezmados compañeros tuvieron que trabajar horas extra para tratar de contener la avalancha, especialmente la que generaba la gran delantera estudiantil, conformada por Ricardo ‘Beto’ Infante, Felipe Bracamonte, Perfecto ‘el Loco’ Rodríguez, Mario ‘Cabezón’ Desiderio, Juan Carlos ‘Coco’ Rulli y Felipe Santiago Zelada. Del primero de ellos, mundialista en Suecia 58, hay que acotar que llegaría a ser el sétimo máximo anotador histórico del balompié argentino; Bracamonte, por su parte, se convertiría en un gran goleador del fútbol chileno, mientras que Rodríguez lo sería en la primera división colombiana; Desiderio jugaría en Italia; Rulli sería campeón intercontinental con Racing; y finalmente Zelada, con un pasado en Boca Juniors, terminaría su carrera en nuestro país al servicio de Saprissa.
Históricamente Estudiantes de La Plata siempre se había jactado de contar con líneas delanteras de lujo; así había sido cuando ‘Fello’ Meza jugó en el club en los años 40, y aun antes, en los inicios del fútbol profesional argentino, cuando a su quinteto ofensivo se le llamaba ‘los Profesores’ porque daban cátedra en el terreno de juego, y por su vocación académica fuera de él.
Descrito el equipo argentino, es fácil comprender el vendaval que se le vino a la zaga del Irapuato. Max Villalobos se multiplicaba acción tras acción contra unos rivales que se sacaban trucos de magia del sombrero -porque nadie puede negar que les sobraba calidad-, pero al mismo tiempo no perdían oportunidad de sacar un codo de más, una patadita por aquí, un escupitajo por allá, y por supuesto todos los recursos antideportivos acompañados de insultos estilo Río de La Plata, de esos provocadores que sí afectan…
La cosa es que por más que lo intentaron los de Estudiantes, no lograron anidar el esférico en las redes del Irapuato. La afición salvadoreña fue testigo presencial de un cero a cero que no se veía todos los días, dadas las circunstancias señaladas. El modesto club azteca, con diez hombres en cancha, alcanzó un empate que le supo a victoria; y es que los costarricenses conocimos ese sabor hace siete semanas cuando conseguimos el mismo marcador ante Brasil en la Copa América. Un 0-0 que hoy tiene a Yeyland Mitchell en la Eredivisie, y al técnico Gustavo Alfaro prácticamente al frente de la selección paraguaya, previo pago de 400 mil dólares por parte de la federación guaraní.
Max Villalobos abrazó a sus compañeros, y entre todos se felicitaron aquella noche en San Salvador. Como tantas veces en el torneo mexicano, el tico fue baluarte de su zona defensiva, demostrando amor por la camiseta irapuatense, un amor correspondido puesto que tal como lo reconoció él mismo en alguna oportunidad, cuando iba de compras al mercado los vendedores de Irapuato no le querían cobrar; lo mismo los choferes de buses y taxis…
La segunda situación que pondría a prueba al tico sucedió cuando la delegación fresera tomó el avión para dejar territorio salvadoreño y enrumbarse a nuestro país, el tercer destino de su itinerario. Instantes después de dejar la pista de aterrizaje del aeropuerto de Ilopango, el aeroplano empezó a expulsar humo de uno de sus motores, que sumado a la pérdida de potencia, puso al avión en vía directa hacia un cerro aledaño… La tragedia parecía inminente, hasta que el piloto logró controlar la nave y realizó una maniobra que evitó el impacto y más bien le permitió regresar a la pista para aterrizar de forma segura…
De nuevo en tierra, tripulación y pasajeros empezaron a asimilar la desgracia que estuvieron a punto de sufrir… incluido Max, ‘el costarricense invencible’ a quien en aquel entonces no lograron vencer ni los futuros campeones del mundo en el campo, ni la Parca en los aires salvadoreños. ¡Descanse en paz, don Max Villalobos!
* El autor es historiador de fútbol costarricense y responsable de la página de Facebook Gol de Camerino; pronto estará publicando el libro Nuestros primeros legionarios. Futbolistas ticos en el mundo 1875-1990.
** Agradecimiento especial al periodista e historiador deportivo irapuatense don José de Jesús Morales, por sus aportes para este artículo. ¡Abrazo a la distancia para el admirador número uno de Max Villalobos!