El esloveno Primoz Roglic, campeón olímpico de contrarreloj en 2021, probó la miel del ciclismo en la temporada finalizada, pero también la hiel, pues sufrió un nuevo revés en el Tour de Francia por una caída que le obligó a la retirada.
Aquella novena etapa del Tour que se dirigía a Tignes supuso un serio revés para Roglic, pero lejos de hundirse, aquel percance reactivó las ilusiones del esloveno, quien tiró de la filosofía de superarse ante la adversidad. El premio fue el título olímpico, el tercer maillot rojo de la Vuelta, el Giro de Emilia y la Milán-Turín.
Roglic, 32 años de edad, ha sabido asumir las derrotas y decepciones que han entreverado sus abundantes éxitos. Se trata de un corredor que se confiesa en cyclingnews como un ciclista que no es ningún "terminator", sino más bien un ciclista que ve "las dificultades como un desafío, no como un problema".
"Definitivamente quiero volver al Tour e intentar ganarlo una vez, pero como he aprendido, si no ganas el Tour, no es el fin del mundo", expresó Roglič.
"La vida sigue, incluso si nunca gano el Tour y con cualquier resultado que logre", agregó el pedalista del equipo Jumbo Visma.
UN CICLISTA QUE NUNCA SE RINDE
"Me gusta ver las dificultades en la vida como un desafío más que como un problema. Creo que las carreras y la vida van bien cuando se vive de esta manera. Lo que está sucediendo en el mundo nos ha recordado a todos que tenemos que disfrutar de la vida. Si no disfrutara corriendo, entrenando y sintiendo el dolor y sufrimiento que conlleva, haría otra cosa, porque necesito ser feliz en la vida", señala el medallista de oro en la crono de Tokio.
Con fama de poco hablador y de difícil sonrisa, la expresión de Roglic se manifiesta en la carretera, donde suele hablar alto y claro.
"No soy el tipo que habla en voz alta y hace alardes. En nuestro deporte, tienes que demostrar lo que puedes hacer en la carretera, con las piernas, no en la televisión. Creo que estoy transmitiendo algún tipo de mensaje sobre no rendirse nunca, y creo que la gente lo aprecia".
Roglic, saltador de esquí hasta 2012, se incorporó al ciclismo con 23 años. Partiendo de cero, su progresión fue meteórica desde que demostró a los técnicos de su país que podía convertirse en ciclista profesional, empresa que no fue fácil.
"Creo que he crecido de muchas maneras durante los últimos años. Mi trayectoria se ha desarrollado muy rápido. Llegué tarde al ciclismo, un deporte diferente al que practiqué, y tuve que aprender todo de manera acelerada. Tienes que aprender a montar en bicicleta y, en mi caso, necesitaba aprender a sufrir", explica.
POGACAR SUPONE INSPIRACIÓN, NO DESESPERACIÓN
Roglic destaca sus tres triunfos consecutivos en la Vuelta, prueba que no suele entrar en sus planes a principios de temporada. Este año, asegura, la disfrutó "de principio a fin".
Ahora, y tras contraer matrimonio, Roglic ya piensa en comenzar la pretemporada en España el próximo mes de diciembre y apuntar de nuevo al Tour de Francia.
"Quiero volver al Tour e intentar ganarlo, pero como he aprendido, si no ganas el Tour, no es el fin del mundo. La vida sigue, incluso si nunca gano el Tour".
La presencia de su compatriota y rival Tadej Pogacar no supone un trauma para Roglic, quien ve en ello una ventaja más que un inconveniente.